A diferencia de lo que se pueda pensar, el automóvil eléctrico apareció antes que el automóvil con motor de combustión. Concretamente, el primer automóvil con motor eléctrico, aunque su fecha exacta es muy difícil de determinar, data del año 1834, mientras que el primer automóvil con motor de combustión interna no aparece hasta el año 1852, 18 años más tarde. No es de extrañar esta cronología, puesto que el funcionamiento del motor de combustión es mucho más complejo y este consta de muchas más piezas que el motor eléctrico.
Sin embargo, si el automóvil eléctrico apareció antes que el automóvil con motor de combustión, y este es más limpio y silencioso, ¿Cómo es que no tuvo éxito? Pues su principal problema, ha sobrevivido hasta la actualidad: la recarga de la batería, su fuente principal de alimentación.
En sus inicios, las baterías de los vehículos eléctricos no eran recargables, factor que generaba un gran coste de adquisición, así como grandes residuos cuando esta se había descargado. Otro factor que jugaba en contra, era su difícil producción en serie y obtención de la materia prima para su construcción.
En la era en la que convivían los primeros automóviles eléctricos con los primeros automóviles con motor de combustión interna, la rivalidad era constante. Algunos usuarios preferían el vehículo eléctrico, mientras que otros apostaban por el motor de combustión. Eso si, ambos vehículos eran de lujo y pensados para la gente de elite, su precio de adquisición no estaba al alcance de cualquier ciudadano. Con relación a sus prestaciones, ambos automóviles (eléctricos y motor a combustión) rendían de forma similar, su autonomía se situaba en torno a los 100 km con una velocidad máxima cercana a los 50 km/h.
La evolución del vehículo eléctrico seguía por buen camino. En 1899, un vehículo eléctrico bate el récord de velocidad, estableciéndose en 100 km/h e incluso en el año 1900, el 28 % de los vehículos vendidos en Estados Unidos eran eléctricos. Los puntos de recarga para las baterías de tracción ya empiezan a estar presentes en la vía pública.
Años más tarde, en 1908, el conocido fabricante de automóviles Ford, lanza a la venta el Model T, el primer automóvil con motor de combustión fabricado en serie. La fabricación en serie de este vehículo genera grandes ventajas para los usuarios, su bajo coste de producción hace que sea un automóvil asequible para muchos más ciudadanos.
Otro factor a tener en cuenta es la aparición de un nuevo concepto: la movilidad. Tras terminar la Primera Guerra Mundial mejoró la red de carreteras y, en consecuencia, la gente empezó a familiarizarse con los largos recorridos, siendo necesario repostar en cualquier punto y en poco tiempo, la cual cosa no era posible con los vehículos eléctricos.
A partir de este momento, los vehículos de combustión empezaron a evolucionar a marchas forzadas, la cual cosa, sumado al bajo precio del combustible debido a que cada vez se hallaban más pozos de petróleo, hizo que el automóvil con motor de combustión se impusiera al automóvil con motor eléctrico.